Nada más llegar arriba nos encontramos con
una pequeña ermita cuya construcción está relacionada con una epidemia de peste
que asolaba Ronda. Los pobladores de esta ciudad, habiendo oído sobre los
milagros de la patrona de Montejaque, pidieron a los montejaqueños que la
sacaran en procesión. Y según nos cuenta la leyenda, mientras más se alejaban
de la villa, el peso de la Virgen aumentaba cada vez más, hasta que ya no
pudieron seguir y no les quedó otra que volver. Según los creyentes tal
esfuerzo no fue en vano, pues al día siguiente llegaban noticias de Ronda: la
epidemia había remitido.
Pero dejando a un lado las historias de
creyentes, lo mejor de subir hasta arriba son las vistas que desde allí se
tienen, viéndose minúsculas las poblaciones de Benaoján y Montejaque.
Y para fortuna nuestra, divisamos un grupo de
cabras montesas que nos hicieron deleitarnos con su increíble soltura para
moverse por las verticales paredes rocosas.
Y tras todo ello, como día de cambio de hora otoñal, la puesta de sol tras la enorme montaña que parece escudar a la villa de Montejaque.
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