jueves, 19 de marzo de 2015

Los últimos mohicanos de la Pirámide de Ball

Como bien indico en mi postrero trabajo “El libro de los últimos animales extintos”, el redescubrimiento de especies creídas extintas es más habitual de lo que podamos llegar a pensar. A un emblema de este agradable tipo de acontecimientos como el takahe, o a otras aves como el calao grande de Panay o el mochuelo de Blewitt, podemos sumar a otra volátil más, el timalí de Jerdon, que había sido visto por última vez en 1941. Denominado científicamente como Chrysomma altirostre, ha sido redescubierto por un equipo de científicos del Wildlife Conservation Society (WCS) mientras examinaba unas zonas de cultivo abandonadas en Myanmar, gracias a la llamada emitida por el ave. 

Timalí de Jerdon
El timalí de Jerdon redescubierto. Foto: Robert Tizard/WCS - Europa Press

En las investigaciones para mi citada obra, donde como ya he comentado trato el tema del redescubrimiento de especies creídas desaparecidas, pasé por alto un caso no tan actual como el del ave de Myanmar, pero que me ha parecido tremendamente fascinante.

En la inmensidad del Pacífico Sur asoma una pequeña parte de lo que fue un antiguo volcán que emergió del mar hace unos 7 millones de años. Se trata de un solitario pedazo de tierra firme, extremadamente estrecho, de 1844 metros de altura. Los navegantes lo conocen como Pirámide de Ball, nombre que proviene de su peculiar forma y de su descubridor, un oficial naval británico que por tanto fue el primer europeo en divisarlo en 1788. Esta isla, que bien podría pertenecer a un mundo sacado de la literatura fantástica, acabaría llamando la atención de la zoología mundial. 

Ball's Pyramid in the Tasman sea is located 19 kilometers from Lord Howe Island east of Australia.

A unos 13 km de este lugar se encuentra la Isla de Lord Howe, la cual tenía el triste placer de conocer por la extinción de dos aves: la paloma de garganta blanca y la gallineta blanca. Pero no solo desaparecieron allí un par de volátiles, sino también un insecto palo que sin duda era popular por sus dimensiones. Con sus 12 centímetros de largo se trataba del insecto palo no volador más pesado del mundo, el cual los pescadores locales utilizaban como cebo colocándolo en los anzuelos de pesca.

Resulta que un buen día de 1918 el buque británico S.S. Makambo naufragó en Lord Howe, y mientras reparaban el barco (proceso que llevo unos 9 días) algunas ratas negras se las apañaron para llegar hasta la isla donde se instalaron. Allí descubrieron una nueva y deliciosa comida: los insectos palo gigantes. Tan solo dos años después de tal infortunio, las ratas abundaban en la isla, y los titánicos invertebrados habían desaparecido totalmente. Después de 1920 no hubo ningún avistamiento más, y para 1960 Dryococelus australis, el insecto palo de Lord Howe, se certificaba como extinto. 

A satellite view of Ball's Pyramid in the Tasman Sea off the eastern coast of Australia.
Imagen captada por satélite de la Pirámide de Ball,
situada en el Mar de Tasmania 

Cuando en la misma década de 1960 algunos escaladores que llegaron a la Pirámide de Ball dijeron haberse encontrado con cadáveres de insecto palo en las rocas que parecían recientemente muertos, el maravilloso secreto que, a 225 metros sobre el nivel del mar y sobre un pequeño arbusto, la diminuta isla había guardado durante tanto tiempo, había comenzado a desvelarse. Pero como la que podría ser la especie creída extinta era nocturna, nadie se había atrevido a llegar hasta allí y escalar de noche debido a lo peligroso de la tarea.

Hasta 2001, cuando a tal escenario se desplazaron los científicos David Priddel y Nicholas Carlile acompañados de dos ayudantes. Desde el agua divisaron dos manchas de vegetación, y descartando nadar debido a que había demasiados tiburones, aunque hubiese sido lo más rápido y sencillo, consiguieron llegar a la isla. Se desplazaron a lo más alto de la cara vertical de la roca y desde allí comenzaron a descender. En su bajada dieron con un único arbusto, y debajo de este con excrementos frescos de algún insecto enorme, preguntándose aquellos hombres de donde podían provenir tales deposiciones. Lo único que podían hacer era esperar la noche y volver a subir con linternas y cámaras para ver si lograban dar con los propietarios de esos excrementos. Así lo acordaron Nick Carlile y un guardabosques local llamado Dean Hiscox. Llegada la oscuridad y con la ayuda de las linternas escalaron la pared y llegaron hasta la planta. Y allí, hallaron dos grandes cuerpos negros brillantes. Y por debajo de ellos, más cuerpos, hasta formar un total de 24. 

Patrick Honan holds two of the rare Lord Howe Island stick insects.

Nick Carlile comentó que al verlos se había sentido como retrocediendo a la era jurásica, cuando los insectos dominaban La Tierra. Tiempo después fueron confirmados como Dryococelus australis, los últimos que quedaban en la Pirámide de Ball y los últimos que quedaban en todo el mundo. No se sabe cómo llegaron allí. Tal vez lo trajeron los pescadores o hicieron autostop montados en aves. Y desde luego nadie se explica cómo han podido sobrevivir en tan reducido hábitat vegetal durante tanto tiempo. Ante tan escasa población tocaba intentar conseguir algunos ejemplares y comenzar un programa de cría.

Cuando quedan tan pocos individuos de una especie, los científicos no pueden ni deben tomar una decisión a la ligera. Hubo reuniones, y finalmente tras dos años se permitió recuperar dos parejas. Al regresar el equipo para recogerlas vieron que se había producido un deslizamiento de rocas y el temor de que toda la población de insectos palo hubiese sido aniquilada se adueñó de ellos. Pero finalmente, en el día de San Valentín de 2003, comprobaron que los animales seguían allí con vida.

The Lord Howe Island stick insect, Dryococelus australis, once believed to be extinct, was found living under a small shrub high up Ball's Pyramid in 2001.

Una pareja fue llevada a un conocido criador de insectos palo de Sydney, pero esta falleció. Sólo quedaba la otra pareja, bautizada como Adán y Eva, que fue enviada el zoo de Melbourne, donde en el grupo de reproducción para la conservación de invertebrados se encontraba Patrick Honan. Todo iba de maravilla, y Eva comenzó a colocar huevos del tamaño de guisantes, hasta que ella enfermó. Patrick trabajó muy duro para recuperarla y a la desesperada inventó una mezcla de calcio y néctar con la que, gota a gota, la alimentaba acurrucada en su mano. Sorprendentemente, en un par de horas dejó de parecer que estaba casi muerta para ponerse en pie y caminar.

Años después, en 2008, la famosa primatóloga Jane Goodall visitó a Patrick y este le mostró orgulloso sus numerosas filas de huevos en incubación, con nada menos que 11376, además de una población cautiva de 700 adultos. Lo más curioso de todo era que los animales parecían emparejarse, siendo este un comportamiento inusual en insectos. Hasta Patrick le mostró a Goodall fotos de cómo dormían en parejas, y el macho con tres de sus patas colocadas sobre la hembra, de una manera protectora. 

Nick Carlile, seen here with the Lord Howe Island stick insect, discovered the thought-to-be extinct phasmid in 2001 on Ball's Pyramid.

Con la viabilidad de la especie asegurada, al menos mucho más que cuando se dio con ella claro está, lo ideal sería reintroducir a estos animales en la isla de Lord Howe. Pero el primer inconveniente es que las ratas siguen allí, y montar un programa intensivo para erradicarlas sería muy caro. Dado que Lord Howe pertenece a Australia, conviene recordar que este país está muy por detrás en los niveles de financiación necesarios para evitar la pérdida de biodiversidad, a pesar de ser un país muy especial y rico en esta. Por otra parte, no se sabe hasta qué punto algunos habitantes estarían cómodos con unos invertebrados tan enormes, pues recordemos también que la clase de los insectos, y menos los de este tipo, no cuenta con el agrado de la mayoría de personas, por muy inofensivos que sean.  



Fuente principal: http://www.npr.org/blogs/krulwich/2012/02/24/147367644/six-legged-giant-finds-secret-hideaway-hides-for-80-years