martes, 31 de julio de 2012

Raja Gaj: el Rey de los extraños elefantes de Bardia

La búsqueda de mamuts vivos en nuestra época ha sido llevada a cabo en más de una ocasión por los criptozoólogos, pero fue en la última década del pasado siglo cuando más de uno creyó que por fin se había logrado dar con ellos.

En 1987 se difundió la noticia de que junto al río Karnali, en Nepal, habían aparecido unos proboscídeos muy parecidos a mamuts. Estos tenían aterrorizados a los pobladores de la reserva de Bardia y destrozaban sus campos de cultivo. A principios de la década de 1990 el naturalista John Blashford-Snell realizó varias expediciones  con el objetivo de encontrar tales animales. Y así lo hizo. En su empeño John dio con dos machos de un físico bastante extraño: hombros caídos, rabos mas gruesos de lo normal y extrañas jorobas abombadas en su frente. El más grande de los dos era denominado Raja Gaj que significa “Rey de los Elefantes”, con un tamaño que superaba la media de los elefantes asiáticos. Se dice que es el elefante más grande que se haya registrado en Asia, con un peso de ocho toneladas y unos colmillos de más de dos metros de largo. El más pequeño era llamado Kancha, que significa “el más joven”.
 
Toda clase de conjeturas emanaron de este hallazgo: podrían tratarse de elefantes mutantes, de simples elefantes asiáticos, de elefantes prehistóricos, y por que no, de mamuts supervivientes.

 
  Raja Gaj, "Rey de los Elefantes"

Las expectativas del paleontólogo y experto en mamuts, Adrian Lister, eran de lo más interesante: ¿se trataban acaso de estegodontes? Estos proboscídeos eran los antecesores de los elefantes actuales, que vivieron hace unos centenares de miles de años en el sudeste asiático. Lister comprobó después que existían en Nepal fósiles de otra especie, Elephas hysudricus, que probablemente fuese el antecesor directo de los elefantes asiáticos actuales. Para mayor relación, poseía también dos grandes protuberancias en la frente.

John y Lister volvieron a buscar a los elefantes en 1995 para de este modo recoger su estiércol y realizar los oportunos análisis que permitirían saber por fin que clase de proboscídeos se trataban en realidad. Con una metodología que se realizaba con éxito por primera vez en elefantes llegaron los decepcionantes resultados. Los animales no se trataban ni de mamuts, ni de estegodontes, ni de otros elefantes asiáticos primitivos. Simplemente se trataban de elefantes asiáticos normales. ¿Por qué entonces esa extraña morfología? En opinión de Lister, tal vez podrían tratarse de alguna subespecie, o incluso una especie en regresión hacia sus primitivos ancestros.

Durante diez años John Blashford-Snell  y el equipo de Scientific Exploration Society estudiaron a estos elefantes, llegando a encontrar hasta cincuenta individuos con su misma morfología.

 Reportaje en una revista sobre los misteriosos elefantes. 
Imagen:  http://creationrevolution.com

En enero de 2010 Blashford-Snell y el equipo de entusiastas de la S.E.S. volvieron a Bardia para intentar reencontrarse con Raja Gaj. Se rumoreaba que había sido arrastrado por una inundación, pero en 2009 la prensa anunció que había sido visto de nuevo, un poco más delgado y con casi 70 años de edad según las estimaciones de los guardas.

Después de varios días de búsqueda a lomos de seis elefantes hembras guiados por rastreadores nepaleses dieron con un gran elefante macho que se alimentaba cerca del río. Cuando se acercaron a él el gigante levantó polvo y huyó hacia el monte. El equipo le siguió, pero el gran animal les sorprendió reapareciendo entre la espesura con su cabeza abovedada. Lanzó nubes de polvo hacia las hembras domesticadas, pero pronto pareció perder el interés y volvió a la selva. Por su parecido a Raja Gaj y su similar comportamiento fue llamado Rajim, hijo de Raja Gaj. Posteriormente dieron con un segundo elefante también macho y grande, que ofreció al equipo una demostración de fuerza derribando un árbol.

 Rajim, hijo de Raja Gaj. Foto: http://www.johnblashfordsnell.org.uk/14.html

En un valle cercano fueron descubiertas las huellas de 18 elefantes más con sus crías. La experta Susan Hilliard, que había estado en muchas de las expediciones realizadas en Bardia, llegó a descubrir un conjunto de huellas de 21 cm de diámetro. Estás, sumadas a otras huellas, revelaron tamaños impresionantes, pero ninguna superaba a las de Raja Gaj. Adrian Lister, se refirió al gran tamaño de estos animales: “es difícil especular sobre todo lo que pueden crecer; algunos de estos elefantes lo seguirán haciendo casi el resto de su vida”.

El rey de los elefantes no fue encontrado en esta expedición, y más de un experto lo dio desde entonces por muerto. No obstante, si que resultó muy agradable saber que la población de estos extraños elefantes había logrado sobrevivir a tantos contratiempos en una zona tan conflictiva. Tras su descubrimiento en 1992 Raja Gaj se hizo tan famoso que el Departamento de Conservación alistó unos 600 soldados del ejército nepalí para proteger la reserva de Bardia de los cazadores furtivos; pero tras la revolución maoísta de 2002, estos invadieron el parque de nuevo.

Raja Gaj, inmortalizado en un sello nepalí. 
Imagen:  http://blog.nickwb.co.uk/?p=574

John actualmente sigue realizando expediciones a la Reserva de Bardia, acompañado a veces de turistas. Según parece la mayoría de elefantes de esta zona presentan la misma gran cabeza abovedada que Raja Gaj. Puede que los resultados de análisis de ADN consigan demostrar que éstos animales son descendientes del legendario “Rey de los elefantes”.



Bibliografía destacada: El libro de los animales misteriosos, de Lothar Frenz. 2003, Ediciones Siruela

Lophotus lacepede pescado en Algeciras

El Regalecus glesne o pez remo, es denominado como el rey de los arenques (aunque en realidad nada tiene que ver con éstos) por ser el más grande de los peces óseos. Su longitud puede alcanzar los impresionantes 17 metros. Se trata de una especie que habita entre los 200 y 1000 metros de profundidad en todos los océanos del mundo, aunque la mayoría de sus capturas se han producido en el Atlántico Norte. La denominación “glesne” de su nombre científico hace alusión al pueblo noruego de Glesnaes donde se registró por primera vez en la segunda mitad del siglo XVIII.

 Regalecus glesne de unos 7 metros atrapado por marines en 
1996 en la Costa Oeste de Estados Unidos


Su relación más directa con la Criptozoología se debe a que más de un estudioso ha visto en este animal el posible origen de las leyendas sobre serpientes marinas que durante tantos siglos han sido relatadas por los navegantes y marineros. Yo por mi parte he de decir que no comparto del todo esta opinión…

Hace tiempo vi en la web http://www.clubdelamar.org/ que un pescador de Algeciras llamado Miguel había tenido el privilegio de atraparlo. Como prueba las fotografías están expuestas en la comentada web:

http://www.clubdelamar.org/remo.htm






El caso es que este pez en realidad no era un Regalecus glesne, con el que tiene una gran semejanza, sino Lophotus lacepede que alcanza los 180 cm, y que ya fue citado anteriormente en el Estrecho, como por ejemplo en Gibraltar en el año 1983. 

Como puede verse la diferencia de tamaño es significativa, pero no por ello Lophotus lacepede deja de ser toda una rareza.

sábado, 21 de julio de 2012

Calamares Gigantes en el Estrecho de Gibraltar


Las particulares condiciones meteorológicas y oceanográficas que predominan en el Estrecho de Gibraltar han dado lugar a un ecosistema de un enorme valor medioambiental. Entre su fauna hay que acentuar la presencia de cetáceos habituales como delfines o calderones, pero también de otros migratorios de mayor tamaño como el cachalote. No obstante, puede que sea más sorprendente aún la presencia en este enclave del mayor invertebrado existente hoy día: el calamar gigante.


 El Estrecho de Gibraltar, en una imagen de la NASA


Para dar con la primera referencia conocida de carácter zoológico de este animal en nuestras aguas, hay que retroceder mucho atrás en el tiempo, hasta el año 77 de nuestra era. Plinio el Viejo en su Historia Natural narra el testimonio de Lucio Luculo, procónsul de la Bética, ocurrido en la antigua ciudad romana de Carteia, ubicada hoy en San Roque. Según parece un cefalópodo se las apañaba para nutrirse de las salazones en horas nocturnas, hasta que una noche un perro alertó a los pescadores de su presencia. Lo fascinante de todo esto es que el cefalópodo, probablemente un calamar, tenía unas medidas desproporcionadas, y para darle muerte tras una dura batalla se debió hacer uso de numerosos tridentes. Tal monstruo fue despedazado y enviado por partes ante la presencia de Lucio Luculo, el cual recogió este hecho en sus memorias por medio de su lugarteniente Trebio Niger. 

En su Historia Natural, Plinio el Viejo escribe:

"No han de olvidarse las observaciones hechas por L. Lucullus, procónsul de la Bética, acerca de los pulpos, y publicados por Trebius Niger, que era de su séquito... Los demás casos que este autor narra han de ser interpretados mejor como prodigios. Cuenta que en los viveros de Carteia había un pulpo que acostumbraba a salir de la mar y acercarse a los viveros abiertos, arrasando las salazones, lo que excitaba la indignación inmoderada de los guardianes por sus hurtos continuos. Unas cercas protegían el lugar, pero las superaba trepando por un árbol; no se le pudo descubrir sino por la sagacidad de los perros, que lo vieron una noche cuando regresaba al mar. Despertados los guardianes, quedaron asombrados ante el espectáculo, en primer lugar por la magnitud del pulpo, que era enorme; luego porque estaba por entero untado de salmuera, despidiendo un insoportable hedor... Hizo huir a los perros con su aliento terrible, azotándolos unas veces con los extremos de los tentáculos o golpeándolos con los fortísimos brazos, utilizados a modo de clavas. Con trabajo se lo pudo matar a fuerza de tridentes. Se mostró a Lucullus su cabeza, que tenía el tamaño de una tinaja capaz de contener quince ánforas; repitiendo las expresiones del mismo Trebius diré que sus barbas difícilmente podían abarcarse con ambos brazos y que eran nudosas como clavas, teniendo una longitud de treinta pies. Sus ventosas eran como orzas, semejantes a un lebrillo; los dientes eran de la misma proporción. El resto del cuerpo, que fue guardado por curiosidad, pesaba setecientas libras. El mismo autor asegura que en estas playas el mar arroja también sepias y calamares de la misma magnitud."


 Ejemplar de la Historia Natural de Plinio el Viejo 
de mediados del siglo XII. Se encuentra en la 
Abadía de San Vicente de Le Mans, Francia


A pesar de que se denomina pulpo al animal, todas las teorías actuales a propósito de éste se decantan por un calamar. Las descripciones realizadas tanto del gigante en sí como de su comportamiento (a excepción de que el cefalópodo en cuestión se ayudara de un árbol para realizar sus fechorías, algo que en realidad sólo era una suposición que nadie había visto) parecen evidenciarlo. Por otra parte, el calamar es el único cefalópodo certificado, al menos de momento, capaz de alcanzar las dimensiones señaladas.

Este suceso no se trata sólo del primer registro zoológico de un calamar gigante en el Estrecho, sino que puede ser incluso el primer caso documentado de la Criptozoología en España.

El siguiente hecho importante de los que he podido recopilar, dando un gran salto en el tiempo y situándonos ya en el siglo XX, se produce en Tarifa y varios rotativos se encargaron de recogerlo. En los siguientes recortes del año 1955 (el mismo artículo en dos periódicos distintos) se narra la noticia:



Un monstruo marino en aguas de Tarifa

Tarifa, 15. — Desde hace cinco días, y a la hora del crepúsculo aparece, a quince metros del puerto exterior del muelle del Corazón de Jesús, un animal marino desconocido en esta zona del Estrecho. Algunos opinan que se trata de un pulpo gigantesco, mientras que otros creen que es de otra especie, y los que le han observado coinciden en describirle como de grandes dimensiones, con cuatro o seis grandes brazos en ambos lados, con los que chapotea en el agua como si bracease. Si siente algún ruido se sumerge verticalmente, dejando espuma en el agua.
El raro animal ha sembrado la alarma entre los marineros que tripulando botes de remos suelen dedicarse a la pesca en aquellas Inmediaciones, por lo que se han visto obligados a buscar otros lugares. Es tal la curiosidad que ha despertado el animal, que numerosas personas a la puesta del sol observan, desde el puerto, la salida a flote de este monstruo marino. — Cifra.

Por las descripciones, un servidor apostaría a que el animal que más encaja tras este críptido sería un cefalópodo, y con un tamaño para que se le considerara “monstruo” el molusco más acertado es el calamar gigante. He preguntado a varios marineros de avanzada edad, pero ninguno recuerda nada del suceso, no en vano, si que guardan en su memoria muchas historias similares. Lo curioso de este caso es que traspasara las fronteras de la ciudad y consiguiera tal notoriedad en diarios nacionales.

La siguiente crónica sobre nuestro protagonista habla del supuesto ataque de un calamar gigante a un trimarán a su paso por las Columnas de Hércules, una noticia que apareció en enero de 2003 en distintos medios escritos. En una competición que casualmente se denomina “Julio Verne”, el francés Olivier de Kersauson intentaba volver a conseguir el título que ya lograra en 1997. Todo iba perfecto, hasta que una madrugada a la altura del Estrecho de Gibraltar el barco disminuyó su velocidad hasta casi pararse en seco. Olivier comentó: 

“Estaba en el puente, al timón. Empecé a sentir unas vibraciones anormales. Pensé que habíamos enganchado una red... El barco cada vez navegaba más despacio. Iluminamos todo con lámparas y arriamos el génova y la mayor. Pero no vimos nada anormal.”


 El trimarán Gerónimo, supuestamente atacado 
por un calamar gigante en 2003


Didier Ragot, segundo de Kersauson, corrió a la escotilla sumergida y observó con sus propios ojos a un calamar gigante. Ragot dijo: “Bajó dos de sus tentáculos hacia el timón y lo rodeó. Creí que iba a arrancarlo. Fue impresionante. Sus tentáculos eran como mis brazos dentro del traje náutico... Le vi marcharse por la popa. Mediría unos diez metros…”

Tras su encuentro, el calamar, habiendo perdido el interés por el barco, regresó a las profundidades. Los hombres por su parte continuaron su navegación hacia Canarias.

El suceso más reciente en el Estrecho con el calamar gigante como implicado ocurre una vez más en Tarifa. El siguiente recorte lo encontré hace varios años en una web la cual me ha sido imposible encontrar de nuevo para poder citarla. Dicho artículo pertenece al Faro Información de Algeciras, correspondiente al  31 de Julio de 2003:




Una hembra de Architeuthis dux, con una medida de 5,14 metros y unos 45 kilos de peso,  fue encontrada en la playa del Tejar. Tras ser congelada se envió al Centro Oceanográfico de Málaga para formar parte de su colección de organismos marinos. La noticia concluye con que según la Guardia Civil, se trataba del tercer ejemplar del que se tuviera constancia en el Mar Mediterráneo.

La pregunta que surge tras estos casos parece ser evidente: ¿qué hacen estos animales en el Estrecho de Gibraltar? 

El hallazgo de otro calamar gigante en Conil de la Frontera el 24 de mayo de 2003 puede que tenga que ver en la posible solución. No son pocos los expertos que han planteado la idea de que en el Golfo de Cádiz exista una población fija de Architeuthis dux, concretamente en la zona mas profunda que se forma entre las placas africana y euroasiática. Y esta teoría estaría más fundamentada gracias al paso del cachalote, su mayor depredador, por la zona. Debido a la cercanía del Estrecho estos titánicos moluscos pueden ser arrastrados desde aguas atlánticas, incluyendo el mismo Golfo de Cádiz, hasta nuestra zona por la corriente superficial oceánica que penetra en el Mediterráneo.

Por otra parte, con dos ejemplares encontrados muertos (Tarifa y Conil) y un supuesto ataque al trimarán, el año 2003 debió haber sido especialmente ajetreado para ellos en cuanto a su presencia en aguas gaditanas.


 Un ejemplar de 3'5 metros de largo fue hallado muerto en 
Conil de la Frontera el 24 de mayo de 2003

Acostumbrados a saber de este tipo de animales en otros lugares del mundo o incluso en otras zonas de España, debemos sentirnos afortunados de que en nuestras propias aguas del Estrecho de Gibraltar tengamos el privilegio de contar con la eventual presencia de éstas fantásticas criaturas.

El Globster de Tarifa


En abril de 2009 fui alertado de que un cetáceo en descomposición había arribado a la playa de la Caleta, localizada en Tarifa. La Caleta es una playa de rocas que se sitúa en la parte mediterránea (Tarifa, punto más meridional de Europa, divide al Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico), muy conocida por los locales, pero al mismo tiempo muy descuidada al no ser de mucho interés turístico por su enclave y por su dificultad para el baño.

Habría pasado desapercibida para mí esa noticia si no fuese porque alguien me comentó que su morfología no estaba tan clara como para poder certificar a ciencia cierta que se trataba de un cetáceo, pues apenas se distinguía nada de él. Pese a que me atrae bastante la Criptozoología, he de decir que no soy una persona fácilmente impresionable, y por consiguiente, no alucino con lo primero que me cuentan; no obstante tampoco perdía nada por acercarme a echarle un vistazo.

Acompañado de unos amigos fui a ver aquel cuerpo, para finalmente saber de que se trataba. Y allí estaba, una extraña masa de color blancuzca. Recuerdo que también había unos turistas fotografiándola.




Desde lejos cualquiera diría que se trataba de algún cetáceo en avanzado estado de descomposición, pero de cerca esa opinión cambiaba bastante. Aquella cosa a simple vista no tenía rasgos que lo identificaran con ningún animal. Apenas desprendía el olor que debería emitir unos restos tan putrefactos como esos. Tampoco tenía moscas encima ni gusanos, y las gaviotas que se remojaban tranquilamente en el agua pasaban olímpicamente de él. Y todo ello contando con que, como averigüé, aquella masa llevaba varada semanas allí.




Revisando su cuerpo tampoco hallé restos óseos identificables por ningún lado. Uno de mis acompañantes le lanzó una piedra (siempre hay un gracioso) y esta rebotó como si hubiese chocado con la rueda de un coche. Y es que aquella masa parecía en cierto modo compuesta de una sustancia parecida al caucho. Aprecié lo que parecía una aleta, pero ésta pese a su forma sólo se trataba de un trozo de masa desprendida de la parte inferior del cuerpo.




Volví al día siguiente con mi cámara y de paso certifiqué todo lo que había comprobado el día anterior. Esa mañana realicé las fotografías que muestro en este escrito, y una de ellas la incluí en mi libro Criptozoología: el enigma de las criaturas insólitas, publicado en 2010, como ejemplo de lo que era un globster. Éste termino hace referencia a los cuerpos o restos de origen animal que aparecen en las playas, y cuya identificación es muy complicada debido a la ausencia de rasgos característicos que los asocien a alguna especie conocida. Fue acuñado por el famoso criptozoólogo Ivan T. Sanderson en 1962 en alusión a un cadáver sin identificar aparecido en Tasmania en 1960.

En cuanto al que aquí describo, lo denominé como el Globster de Tarifa. Debido a que aquel año de 2009 fue muy ajetreado para mí, terminé dejando el asunto de lado. Oí que algún biólogo marino se había acercado a verlo y había concluido que no era más que un cetáceo descomponiéndose. Por mi parte, he de decir que yo he visto más de un cetáceo descomponiéndose, y pese a este proceso, siempre hay indicios claros que lo identifican como uno de esos mamíferos, algo que no ocurría en este caso.




Regresé al lugar unos meses después, en septiembre concretamente, por si quedaba algo de él. En efecto, entre las rocas donde se inicia el muro de contención del Miramar, había algunos restos del cadáver, muy escasos ya. Realicé algunas fotos con el móvil, el cual no era de muy buena calidad.


Lo más importante que pude certificar es que aquel cadáver, como ya observé la primera vez, carecía de huesos. 

Salvo para mí y para algunos amigos también aficionados a éstos temas, el Globster de Tarifa cayó rápidamente en el olvido. El gran error que cometí fue no conservar una muestra del cadáver, y sin ésta, nunca sabremos de qué se trataba en realidad.