domingo, 2 de marzo de 2014

El ansiado regreso a la Isla de las Palomas

Hacía nada menos que 8 años que no entraba a la Isla de las Palomas. Concretamente hasta ayer, cuando gracias a mis amigos de Rutarifa pude regresar. Todavía no había tenido oportunidad de participar con ellos en alguna de sus actividades, y con motivo de la RAM (Red de observación de aves y mamíferos marinos) decidí aprovechar la ocasión.

Vista aérea de la Isla de las Palomas y Tarifa al fondo

La previsión meteorológica para el día elegido no auguraba una jornada tranquila; tal y como había dicho el tiempo, la lluvia se negó a no hacer acto de presencia. Pero las precipitaciones no impidieron que se avistaran y contaran cierta variedad de aves y mamíferos marinos. En uno de los momentos que decidimos resguardarnos de la lluvia, aun a sabiendas de que iba a coger una buena mojada (que hoy me está pasando algo de factura), me arriesgué a hacer una exploración por las únicas áreas que está permitido; la restricción parcial se debe a que en una zona, cerca de donde recuerdo que había unos espectaculares acantilados, se encuentra el centro de recepción de inmigrantes que cruzan el Estrecho. Y mereció la pena mojarse la verdad. Pude realizar fotografías como tanto ansiaba (aunque no tantas como me hubiese gustado) y volver a los lugares que tenía en el recuerdo. De igual forma tuve una breve percepción de la fauna y flora que habita en la Isla.

 

¿Y por qué este lugar es tan especial? Siempre he pensado que crecer y vivir en Tarifa es todo un privilegio en algunos aspectos. Aquí se separan dos continentes y se unen un mar y un océano, y sus paisajes tanto en tierra como en mar son espectaculares; este es el lugar más meridional de Europa, y más concretamente, la Isla de las Palomas se convierte en el último confín continental. Y para los que amamos la naturaleza, su majestuosa biodiversidad, incluso con casos de endemismo, no hace sino deleitarnos y emocionarnos.

Un grupo de gaviotas, que son muy numerosas en la isla

 Alga Corallina elongata

 Un cangrejo ermitaño con una peonza como casa portátil

Para numerosos hombres esta isla forma parte de sus vidas por el hecho de que fue aquí donde realizaron su servicio militar. Yo recuerdo ir con mis padres a visitar a familiares cuando hacían la mili, al igual que sus también obligadas juras de bandera. Por fortuna, esa época, en la que tenías que aguantar a unos tíos vestidos de militar supuestamente superiores a ti gritándote en tu cara, ya solo es historia.

                      
Las conchas fosilizadas, de impresionantes tamaños muchas de ellas, 
son muy habituales

                      

La verdad es que la Isla es un lugar bastante extenso e interesante como para poder explorarla y contemplar su biodiversidad con tan poco tiempo y con un clima tan malo; no obstante, me doy por satisfecho con lo visto. A día de hoy entrar aquí, ya que está bajo restricción militar, es todo un privilegio; solo con un permiso de pesca o en ocasiones como esta se tiene la oportunidad de acceder. Y después de todo me alegro de que así sea; está claro que la entrada libre a toda persona no beneficia de ningún modo a la protección que este lugar de gran importancia histórico-natural requiere. Solo de esta forma, la Isla de las Palomas seguirá manteniendo ese halo de misterio en el que siempre ha estado envuelta.

Al fondo la ruta del Estrecho, vista desde el interior de la isla

 
Al fondo la casa del Camorro, fotografiada desde dentro de la Isla