martes, 23 de diciembre de 2014

El montaraz y sus lobos. Sobre el increíble Marcos Pantoja

El pasado domingo el programa Cuarto Milenio nos deleitó con uno de esos momentos mágicos que ya tanto escasean en la caja tonta. La historia de Marcos Rodríguez Pantoja para mí no era nueva, pero siempre será un placer volverla a oír una y otra vez, las veces que haga falta. Escuchar a un hombre que pasó 13 años de su vida perdido en Sierra Morena y viviendo entre lobos se convierte en un auténtico deleite para los que de verdad amamos la naturaleza.

Comenzando por el final de la entrevista me pareció curioso que una persona como él dijera algo que yo también pienso, pero que, dado que la gente está cada vez más tocada de la cabeza con las mascotas, muchas veces prefiero no comentar: “La mitad de los perros de hoy no son perros. Hay perros que están locos perdíos, y es por culpa del hombre”, decía el buen invitado. Con esto voy a intentar ser lo más claro posible. Es evidente que muchas de las razas actuales están tan castigadas genéticamente que, tanto su famosa inteligencia como sus facultades mentales, están cada vez más trastocadas, al mismo tiempo que llegan a padecer enfermedades degenerativas que no hacen nada fácil su vida. Y esto claramente no es culpa de estos pobres animales, sino nuestra.


Hubo otros momentos que casi provocaron en mí un nudo en la garganta. Uno de ellos fue cuando Iker le preguntó a Marcos si echaba de menos a los lobos, vivir entre ellos, a lo que el emocionado hombre solo pudo responderle que ahí le había tocado la fibra… Imagino la de noches en vela que habría pasado, ya a su edad, recordando en lo posible todo lo vivido con la que de verdad había sido su familia.

Otro momento en realidad puede decirse que se compone de varios: el que había sido un hombre montaraz hacía hincapié en diferentes etapas de la entrevista en que tras ser encontrado y a la largo de su vida, le gente no había hecho más que burlarse de él. Ello, más que un nudo, provocó en mí tristeza y rabia, impotencia al recordar la maldad y el poco tacto de la que hace gala nuestra sociedad, dando exactamente igual en la época que nos encontremos. Y es que cuando, como me dijo mi pareja, todos teníamos que estar a sus pies por lo impresionante de su historia, la realidad es que, para la mayoría de personas, el que un ser humano de tan solo 6 años hubiese sobrevivido hasta los 19 a la naturaleza más profunda gracias a los lobos no parece algo importante ni a tener en cuenta, sino más bien una oportunidad para mofarse de un salvaje, atacar a un hombre analfabeto (¿en realidad es él el analfabeto?) que no sabía nada del mundo en el que ahora vivía.


Y entonces comprendí lo terriblemente duro que debe ser tener que ser “rescatado” de las garras del mundo natural y enfrentarse a una sociedad para la que generalmente solo existe el follar, el comer y el cagar. Por ello, no es de locos pensar que, tal vez, lo peor que le pudo a pasar a Marcos es que a sus dos décadas de edad el mundo civilizado hubiese dado con él.  

sábado, 15 de noviembre de 2014

Razas imaginarias (LA HORA XXV, 1959)

Mi buen amigo Jose Miguel me ha enviado estos recortes de la revista medica LA HORA XXV que su padre coleccionaba. Si no me equivoco corresponden al año 1959. Por su temática no he podido resistirme a añadirlos a este blog; me encantan estos artículos antiguos, ver sobre todo que opinión se tenía entonces sobre estos temas. 

(Pinchar sobre las imágenes para poder leerlas)

 

   


                               

jueves, 16 de octubre de 2014

Micrommata aljibica

En mayo de 2010, en una ruta con mis hermanos por Los Barrios, Cádiz, fotografié a esta amiga de 7 patas.


Al estar en una telaraña (la que se ve en la imagen no era suya) es probable que hubiese intentado ser devorada, perdiendo así la pata que se ve que le falta. Pero por fortuna para mí el ataque caníbal no termino en éxito.

Tal imagen llevaba colgada en mi blog, en la sección de Fotografías, desde noviembre de 2011, y lo cierto es que durante todos estos años me había costado clasificarla. Finalmente, hace unos días, los aracnólogos Jose Carrillo e Iñigo Sánchez le pusieron nombre y me comunicaron de la importancia de la misma. Se trata de Micrommata aljibica, una especie descrita en 2004 y citada solamente en Málaga y Cádiz. De ella se sabe muy poco, y si mi buscador de imágenes no me falla, solo hay una fotografía de la misma disponible en Google Imágenes aparte de la mía, realizada por Iñigo Sánchez en enero de 2013.

De tal manera, me siento feliz de poder aportar mi granito de arena al mundo de la aracnología ibérica que tanto me apasiona. 

miércoles, 15 de octubre de 2014

Animales extinguidos por el hombre. La sexta extinción

A pesar de la oposición de algunos hombres de ciencia bastante escépticos, el que en estos momentos el planeta Tierra vive una sexta extinción de especies en masa es una verdad innegable. Más de 300 variedades de vertebrados han desaparecido en los últimos siglos y de invertebrados ni podemos dar una cifra aproximada.

La diferencia de esta extinción en masa que vivimos con las anteriores es que el culpable hemos sido nosotros, “el hombre”. El desarrollo intelectual y tecnológico que ha experimentado nuestra especie en los últimos siglos se ha llevado a cabo sin tener en cuenta el mundo natural que nos rodeaba, lo que para este último ha significado una catástrofe sin precedentes.

Aquellas épocas de grandes exploraciones de pasadas centurias se convertirían en el principio del fin para no pocos animales. La vaca marina de Steller, un sirenio de hasta 10 metros de largo y 10 toneladas de peso, sería víctima de varias empresas europeas. Fue descubierta oficialmente por la expedición de Vitus Bering hacia 1741 y vista por última vez en 1854.

Idéntica suerte en idéntico hemisferio corrió el alca gigante, el auténtico pingüino. En un tiempo vivieron desde Groenlandia hasta Florida y desde Cabo Norte hasta la Península Ibérica. Se cuenta que tres marineros fueron los encargados de matar la última pareja y su huevo en el islote islandés de Eldey hacia 1844, pero… ¿de verdad fueron esos individuos los últimos?

Alcas gigantes (A Last Stand, de Errol Fuller)

                                                         La vaca marina de Steller (paoloscalzo.blogspot.com.es)

Qué decir del más famoso de cuantos animales han sido extinguidos por el hombre, del que durante algún tiempo fue tachado de animal fabuloso por la ciencia: el dodo. Su hábitat, la isla de Mauricio, fue invadido por europeos que abandonaron allí animales domésticos que se cebaron con ellos y sus nidos. Este infortunio sumado a la caza constante para alimento fue el causante de su total desaparición.

                                                         Retrato del dodo, de Cornelis Saftleven

Hasta depredadores como el lobo marsupial de Tasmania no pudieron hacer frente al colonialismo blanco; este vio en él a un falso enemigo, y fraudulentos comportamientos del animal propagados con rapidez entre los habitantes de la isla relegó al último individuo (siempre oficialmente) al zoo de Hobart, donde falleció en 1936.

                                            En este sello de 1981 todavía se clasificaba al tilacino de 
                                                             animal en peligro de extinción; oficialmente el último 
                                                                                        moría en un zoo en 1936

Nuestro innato carácter destructivo, habitual hasta en las sociedades más primitivas, también nos ha privado de un fantástico ejemplo de evolución convergente. El moa de Nueva Zelanda y el pájaro elefante de Madagascar eran dos ratites que con sus tres metros de altura cada una competían por ser el ave más alta de la Tierra. Su imposibilidad para volar se convirtió en su sentencia de muerte, pero simplemente por el hecho de que el Homo sapiens se cruzaría en sus vidas.

                                          Pie de moa bastante bien conservado. Foto de Ryan Baumann

Pocas personas saben del cebro, encebro o encebra, un bello équido salvaje de piel rayada en las patas, extensa mancha en el hocico y una banda oscura dorsal, que es citado incluso en El Quijote por su popular velocidad, y que habitó la península hasta finales del siglo XVI o principios del siglo XVII. Con su piel se fabricaban escudos y zapatos, y por la venta  de esta se tenían que pagar tasas más altas que las estipuladas para el ciervo o la cabra. Se trata de un misterioso animal para el que hasta ahora solo hay conjeturas sobre su verdadera identidad.

El último oso del Atlas dicen que fue cazado en los montes de Tetuán  a finales del siglo XIX, no obstante referencias sobre su supervivencia fueron proporcionadas a lo largo del siglo XX. Las descripciones sobre este animal van del color negruzco al marrón con una mancha oscura en la garganta, lo que sumado a recientes pruebas genéticas, no hacen sino difuminar más aún su auténtico origen.

Lamentablemente esta lista se ve engrosada con nombres como el uro, el enorme antepasado de nuestros toros que vivió hasta el siglo XVII, el cuaga de Sudáfrica, subespecie de la cebra, uno de los dos últimos caballos salvajes como fue el tarpán, o el león norteafricano. Y todo apunta a que a ella hay que ir sumando animales como el primitivo bóvido del sureste asiático denominado kouprey y otro tan autóctono como el torillo andaluz, una interesante ave de parecido a la codorniz en la que la hembra hace el papel del macho.

Este es el alto precio que el planeta ha tenido que pagar por nuestra aparición y evolución en el escenario de la vida.

                                               Kouprey abatido en Camboya. Foto de James Mellon

La historia completa de estos formidables animales y muchos otros, de cómo fueron borrados del planeta por culpa de las acciones del hombre, puede encontrarse en “El libro de los últimos animales extintos” de Daniel Rojas (Círculo Rojo, 2014).



                                            Contacto: retalesdegaia@hotmail.es



miércoles, 10 de septiembre de 2014

viernes, 6 de junio de 2014

Un adiós a nuestros campos...

Ayer por la mañana decidí recorrer los campos cercanos a mi barrio, aquellos que marcaron mi infancia y donde terminó de forjarse esta enorme pasión que siento por el mundo natural desde tan temprana edad. Hace unos años, cuando no habían edificado aún junto a dicho barrio, podía ver las colinas desde la ventana y muy al fondo el mar y hasta una parte de la playa. En estaciones más húmedas esas colinas se convertían en un océano de verdes y altas hierbas que se mecían a merced del característico viento tarifeño, formándose ondas y toda clase de dibujos sobre el espeso manto verde. Yo me quedaba embobado mirando por la ventana tan bellísimo espectáculo. Y qué decir de toda la flora y fauna que podían allí encontrarse…

Debajo de todos esos caminos de máquinas se 
encontraba el "Cuadrado del Ajedrez"

Aquí se formaba una especie de lago...

y aquí otro más grande todavía...

Como ya he ido notando a lo largo de los años, puedo empezar a ir diciendo adiós definitivamente a todo ello. Hace tiempo que llevaba viendo topógrafos haciendo mediciones y ayer ya me di cuenta de para qué. En cierto modo se me encogió el alma, he de reconocerlo. Subir colinas y ver las zonas donde con la lluvia se formaban lagunas repletas de vida tapadas con escombros y tierra fue ciertamente duro. Y encima no ayudaba nada la época en que he realizado la visita, con todo tan seco. De una forma tan descarada, las edificaciones cada vez reducen más todo lo natural.

                      

                      
        Esto era una especie de acantilado de cierta altura, justo 
         encima de donde se formaba uno de los lagos, al lado 
         de la torreta que se ve en la imagen anterior

Está claro que la globalización no se va a detener por mis recuerdos, y para ser sincero no creo que a casi nadie de las zonas colindantes les importe mucho que todos esos terrenos donde pasaron su infancia jugando vayan a desaparecer. Y cuando nuestras memorias desaparezcan, todo desaparecerá también. Ya no existirán ni Los Túneles, ni el Piano, ni el Cuadrado del Ajedrez, ni Las Baterías, ni la Fábrica de ladrillos. Pero bueno, al menos si tendremos adosados con unos precios a los que los autóctonos difícilmente podremos acceder.


martes, 27 de mayo de 2014

Paperhouse (La casa de Papel) 1988

Cuando alguien me pregunta cuál es mi película favorita lo más habitual es que conteste “Blade Runner”, una de esas cintas que solo me gusta ver en ocasiones muy especiales. Pero en realidad, en mi filmoteca hay una película con mucho más significado para mí, su título: “Paperhouse” o “La Casa de Papel” en España.


No sabría decir el año exacto en el que descubrí esta película, pero sí recuerdo claramente que fue de pequeño, junto a mi hermana y en Canal Sur, en una especie de ciclo de cine de terror que echaban los viernes, donde aparte del film incluían un documental sobre la temática que la cinta en cuestión abordaba.

 Anna es interpretada por Charlotte Burke

El encargado de dirigir esta obra fue el británico Bernard Rose en 1988, de cuya filmografía lo siguiente más destacado hasta donde he podido ver es Candyman (1992),  y además con muy buena nota. Paperhouse está basada en el libro Marianne Dreames de Catalina Storr y cuenta la historia de una niña que enferma de fiebre puede ver en sus sueños lo que anteriormente ha dibujado. Tras un primer desmayo, Anna (en la película no se llama Marianne como en el libro y está protagonizada magistralmente por Charlotte Burke) se despierta en una pradera con una casa al fondo lo cual la deja bastante desconcertada. Tras ser despertada de un segundo desmayo en el que consigue acercarse a la extraña casa, se da cuenta de que lo que ha estado viendo en su sueño se corresponde con un dibujo que ella había realizado con anterioridad. A partir de entonces Anna comienza a completarlo, esbozando primero en una de las ventanas a un chico con cara triste y que no podrá andar debido a que no le ha dibujado piernas (llamado Marc) y que se convertirá en su compañero y amigo a lo largo de la cinta, y posteriormente a su padre, con la intención de que ayude a Marc, y reflejando al mismo tiempo el deseo de que vuelva junto a ella y su madre ya que constantemente se encuentra fuera por motivos de trabajo. Pero Anna cometerá un gran error en esta última pretensión: sin quererlo dibuja a su progenitor con un rostro ciertamente malvado…

       

La película aborda el mundo de los sueños de una manera sublime, con escenas que a veces bien podrían pertenecer a un cuadro de Dalí, con una gran facilidad para pasar en muy poco tiempo de lo agradable a lo tétrico y lo terrorífico. De hecho lo acertado de la novela y la película está en que son dos niños los que viajan al subconsciente más profundo, a un mundo que a cualquier adulto acabaría volviéndolo loco. Además es el ejemplo perfecto de que en el cine no hace falta hacer gala de grandes efectos especiales para  transportarnos a lo onírico y lo fantasioso de una manera tan real. Y a todo ello ayuda muy eficazmente la banda sonora a cargo de Hans Zimmer y los paisajes ingleses elegidos.


En su mayor parte la crítica recibió la película con muy buenas opiniones, viendo además en Bernard Rose un director muy prometedor. Sobre Charlotte Burke que hace de Anna, si no me equivoco creo que no ha hecho nada más igual de destacable desde entonces, y en cuanto a Elliott Spiers que interpreta a Marc, solo le dio tiempo a trabajar en una película más, Taxandria (1989), ya que falleció en 1991. Según la Wikipedia su muerte se produjo al enfermar gravemente por los efectos secundarios de un medicamente contra la malaria, pero en otra parte leí que era un joven maniacodepresivo, lo que le llevó a quitarse la vida.



Sinceramente pocas películas han calado tanto en mí como Paperhouse, y eso que tardé bastantes años en volver a verla, concretamente hasta que un colega me la grabó de un canal de pago. En parte puede que sea porque está asociada a una parte de mi infancia, a esa época de la vida en la que para la mayoría de personas todo es más sencillo y divertido, pero no cabe duda de que a pesar de no ser una superproducción la película tiene una evidente calidad, y es que pocas veces el séptimo arte nos ha hecho introducirnos en el mundo de los sueños de una manera tan acertada: refleja los anhelos y los miedos de cualquier niño, que en realidad bien podrían corresponderse con los de cualquier adulto.