sábado, 23 de mayo de 2015

Los vilipendiados simios de la Criptozoología

Los periodistas no tienen por qué tener un mínimo conocimiento sobre Criptozoología, pero igual que se informan lo mejor posible sobre otros temas, también podrían hacer lo mismo cuando deciden escribir sobre ello.

Llamar al Yeti “Sasquatch”, “Pies Grandes” u “Orang Pendek”, o englobarlo todo como sinónimos de lo mismo, suele ser una costumbre muy extendida. Si tan solo teclearan cada palabra por separado e indagaran un poco sabrían que cada denominación hace referencia a una criatura en concreto de una parte del mundo. Pero es que este error hasta se comete habitualmente en el mundo del misterio.

El caso es tomarse con poca seriedad o a risa todo esto, referirse a fantasiosos buscadores de monstruos, menospreciar una pseudociencia más, que en realidad y como he podido observar en primera persona interesa a más científicos de los que podamos imaginar, pero que por precaución no se atreven a pronunciarse sobre el tema.


-  Yo como biólogo, no puedo escribir ni pronunciarme favorablemente sobre la Criptozoología si quiero mantener intacta mi reputación – me decía un hombre de ciencia al que le había encantado mis dos obras sobre los animales ocultos.

Afortunadamente, esto va cambiando poco a poco, aunque he de admitir que no deja de sorprenderme el hecho de que mi primer libro sobre Criptozoología apareciera junto a la obra de Rafael Alemañ (Criptozoología: Cazadores de Monstruos) reseñado positivamente en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural.

Por otra parte, si uno se fija en las diferentes noticias referidos al asunto, hasta parecen transmitir felicidad en decir que todo es una gran mentira, que nunca ha habido misterio alguno en el Himalaya y que Yeti y Bigfoot ni existe ni ha existido nunca. Solo hay que ver el titulo de un artículo de la BBC: “Los pelos que desmienten la existencia del yeti”.


Resulta que en 2012 un equipo de científicos de las Universidades de Oxford y de Lausana (en Suiza) anunciaba que iban a reunir las pruebas que se tenían sobre los legendarios homínidos que había por el mundo para intentar descubrir que había detrás de todos ellos, en concreto realizando pruebas de ADN.

Los resultados fueron en general decepcionantes. La mayoría hablaba de comunes mamíferos de todo tipo, incluido el hombre. No obstante, dos muestras de cabello parecían coincidir sorprendentemente con un pariente lejano del oso polar, que se extinguió hace más de 40.000 años. Pero un año después, se determinaba, como no, que las primeras pruebas habían sido erróneas, y que en realidad los cabellos pertenecían a una subespecie de oso del Himalaya.

Pues bingo, ya lo tenían. En base a unos simples pelos la ciencia más ortodoxa podía asegurar por fin que el Yeti (ni ninguna criatura simiesca del mundo en general) no había existido nunca, que en todo caso, simplemente era un oso. Ya no valían para nada, ni las misteriosas huellas halladas durante décadas ni los cientos de encuentros por parte de europeos y locales durante tantísimos años. Ni tampoco claro está las palabras a favor de Jane Goodall y David Attenborough.

La mayoría de criptozoólogos opinan que el yeti podría ser un 
descendiente del extinto Gigantopithecus, que era dos 
o tres veces mayor que un gorila pero más 
parecido a un orangután. 
Imagen de Frank Lode

Conviene recordar que hay especies en los catálogos de zoología de las que solo se tiene un ejemplar, encontrado este con mucha fortuna, y que sin ese hallazgo, nadie hubiese echado en falta su existencia. De no haber sido hallado ese holotipo, ¿querría ello decir que no existió? Y también hay especies extintas hace tiempo cuya existencia se dedujo a partir de unas huellas fosilizadas. Si estas huellas nunca se hubiesen encontrado, ¿querría decir también ello que esos organismos nunca existieron?

Reconozco que los propios criptozoólogos no ayudan demasiado con sus desbordadas emociones, que ha habido muchos vendedores de humo en todo este asunto, que se han lucrado gracias a la inocencia de muchos creyentes, hasta que extraña bastante que cada pequeño rincón remoto del planeta tenga su propia criatura simiesca. Pero por otra parte no puedo entender el obcecado negacionismo en lo que refiere a la Criptozoología. Es cierto que sin pruebas más concretas debemos ser cautos, pero en base a lo que he comentado anteriormente, la no existencia de estas no quiere decir ni mucho menos que estas criaturas nunca hayan sido una realidad.

En el centro Bernard Heuvelmans, 
padre de la Criptozoología

Por mi parte, sigo firme en mi teoría expuesta en “La esfinge de Darwin y otras historias asombrosas de la Criptozoología”. Es posible que Yeti y Bigfoot sean los últimos reductos de unas especies en decadencia, que fueron más comunes hace unos miles de años, y que ahora afrontan sus últimos días o han acabado extinguiéndose hace tan solo unas décadas. ¿Qué sentido tiene pues que por toda Norteamérica numerosos pueblos nativos describan en sus tradiciones a seres simiescos? Incluso de haberse extinguido hace mucho más tiempo, haber podido sobrevivir en la memoria colectiva de los lugareños. De hecho, así lo hizo entre los maoríes la extinta águila de Haast tras su desaparición, reflejada en su mitología en forma de un aterrador ser volador que mataba humanos. En la realidad, cuando la rapaz se quedó sin moas que cazar, comenzó a alimentarse de maoríes.

Ahora no queda otra que seguir esperando. Recapitulando, tal vez todo sea una mentira, o tal vez terminen apareciendo pruebas mucho más convincentes de las que albergamos. O de existir esas pruebas, nunca aparezcan. O lo mismo mandamos el planeta a la mierda antes de que sepamos cualquier verdad.

jueves, 21 de mayo de 2015

El lado más oscuro de los nativos norteamericanos

Acostumbrados a que el cine y la literatura nos haya pintado a los nativos norteamericanos como pacíficos habitantes de las praderas que, hasta la llegada del hombre blanco, habían habitado en armonía con el medio natural, hay que reconocer que cuesta hacerse una idea algo diferente a esta estampa.

Es cierto que los indios habían contraído una envidiable unión con la naturaleza, pero no debemos olvidar que al fin y al cabo también eran humanos. Y con humanos me refiero al peor sentido de la palabra.

Mucho antes de que la lamentable colonización blanca hiciese acto de presencia en Norteamérica, los nativos llevaban ya tiempo inmersos en ancestrales enemistades tribales. Tras las guerras podía haber un especial ensañamiento hacia los derrotados. Se arrancaban cabelleras, se apoderaban de partes corporales como trofeos, se cometían violaciones, mutilaciones y torturas, y se arrancaban y comían corazones para contraer la fuerza de sus contrarios. Pero al fin y al cabo estos actos se han repetido en guerras tribales de todo el planeta.

Indios mutilando los cuerpos de sus enemigos vencidos, 
según Jacques Le Moyne de Morgues

Algo más terrorífico y premeditado, en base a la actual concepción occidental que tenemos de la vida, se cocía (nunca mejor dicho) entre los Anasazi del suroeste norteamericano.

En base a trabajos arqueológicos llevados a cabo en esta región de los Estados Unidos se sabe que entre el 900 y el 1300 de nuestra era hizo aparición una especie de epidemia de canibalismo. Dado que las prácticas antropófagas eran más antiguas en México que en el suroeste estadounidense, cabe la posibilidad de que estas fueran introducidas desde el sur.

Las evidencias de canibalismo entre los Anasazi han sido deducidas a partir de lesiones halladas en los restos humanos; la mayor parte de ellos corresponden a desperdicios óseos abandonados en el suelo de habitaciones o salas ceremoniales. Lo más destacado de todo es que no se han encontrado pruebas de que las víctimas o sus restos hubiesen recibido humanidad o consideración alguna. De hecho, tales fosos pudieron haber sido cavados con la intención principal de esconder los desechos óseos sin que estos fuesen tratados con dignidad y respeto. La carne de las víctimas era cocida o asada según se aprecia en la presencia simultánea de huesos abrasados y de extremos de trozos pulidos.

Las impresionantes ruinas de Mesa Verde, al sudoeste de Colorado, 
antiguo hogar de los indios Anasazi

¿Y a que se debió este canibalismo? Cuatro son las hipótesis principales que intentan explicarlo, ya sea una de ellas la solución o una combinación: hambrunas extremas, patología social, control de población y costumbres rituales.

En base a las investigaciones de Turner y Turner, podemos descartar las hambrunas extremas y las costumbres rituales, pues en este último caso solo se encontró un lugar donde las lesiones óseas eran debidas a algún tipo de ceremonia. Quizás sea por tanto las hipótesis de patología social y de control de población las que cobren mayor fuerza, sin que hasta el día de hoy hayan sido estas esclarecidas del todo.

Según los antropólogos el control social suele ser útil y positivo, pero también puede ser negativo, hasta el punto de que los que lo pusieron en práctica acabaran teniendo sus días contados. Los aztecas realizaban un control poblacional mediante sus sacrificios rituales de esclavos. Según Sahagún (1932) luego estas víctimas eran desmembradas y distribuidas en estancias donde se comía la carne. Fue por ello por lo que una amplia unión de pueblos indígenas, blanco habitual de los aztecas, se unió a Hernán Cortés y su reducido grupo de acompañantes en la sangrienta conquista de Tenochtitlán, la gran capital  mexica.


Los restos humanos encontrados muestran marcas de cortes y abrasiones 
muy similares a las que se observa en los huesos de animales 
que han sido consumidos

Aparte de esto, hay más informes históricos que hablan de combates con el propósito de obtener presos destinados a la alimentación en el norte de México.

Por otro lado, según una leyenda hopi, hacia el 1700 de nuestra era algunos mismos indios hopi, urgidos por el jefe de los awatovi, se ensañaron en secreto con la aldea, mataron a la mayoría de los 800 componentes, apresaron a algunas mujeres y niños, y posteriormente, en otro paraje aislado, acabaron con ellos mediante prácticas de tortura, incluyendo mutilaciones y desmembramientos. Esto dejó de ser una leyenda cuando se descubrió tal área apartada con osamentas que presentaban lesiones. Y en base a ciertos análisis se descubrió que tras la violentamente muerte de los cautivos se practicó canibalismo.

Y existen en realidad más pruebas a lo largo de toda la geografía norteamericana de prácticas similares, pero describirlas todas haría este artículo interminable.

Por último conviene hacer hincapié en que esta información aquí expuesta para nada tiene una pretensión xenófoba, más para unos pueblos indígenas que en mi opinión son los más interesantes y espectaculares del globo. Por tanto, el único interés en hacer hincapié en estas verdades pocas veces contadas es puramente antropológico.


Fuentes:
- El canibalismo prehistórico en el suroeste de Estados Unidos. Christy G. Turner y Jacqueline A. Turner. 
- http://sabersiocupalugar.blogspot.com.es/2015/03/el-misterio-de-los-anasazi.html
- http://www.terceracultura.net/tc/?p=6633


sábado, 16 de mayo de 2015

Descubren un pez de sangre caliente

El que tiene una mínima idea de animales sabe que los mamíferos y las aves tienen sangre caliente y que los reptiles y peces poseen sangre fría. Pero como ocurre con casi todo en este mundo, siempre hay excepciones.

Hasta ahora se sabía que peces como el atún, el pez espada y algunos tiburones consiguen mantener algunas partes de su cuerpo calientes, como músculos, ojos o  el cerebro, algo que es conocido como endotermia regional. Lo que no se conocía era algún caso de un pez que fuese 100 % de sangre caliente.

Según investigadores estadounidenses de la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica), se acaba de descubrir que Lampris guttatus, el pez luna real, que se encuentra en profundidades oceánicas, posee esa característica tan especial. Parece que la temperatura del cuerpo de este pez está cinco grados centígrados por encima del agua en la que se mueve; ello le permite nadar más rápido y ver mejor, cuando por norma general los peces que viven en aguas profundas y frías son lentos y perezosos.

Un pez luna real en manos del investigador 
de la NOAA Nicholas Wegner

No obstante, a este gran descubrimiento no le han faltado detractores, los cuales dudan de que el pez luna real sea de verdad 100 % de sangre caliente. En todo caso, se trataría de otro caso más especializado de endotermia regional, pues una temperatura más elevada que la del agua en la que habita no se observa en partes como aletas o la superficie de sus ojos.

A la espera pues de que los científicos comprueben si finalmente el pez luna real es el primer pez de sangre caliente conocido, si podemos certificar que hay una característica única en este animal: su habilidad para mantener el corazón caliente. Cuando otros peces que presentan endotermia regional como los atunes, tras nadar a buena profundidad deben subir a la superficie para aumentar su temperatura y no ralentizarse, esa habilidad le da a nuestro protagonista demasiada ventaja sobre los demás casos.


Fuente: http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2015/05/150504_ciencia_pez_luna_real_sangre_caliente_jg

miércoles, 6 de mayo de 2015

Mariposario de Benalmádena

Si eres un apasionado de los lepidópteros, una buena oportunidad para poder observar especies exóticas sin la necesidad de recorrer el mundo es acercarse al Mariposario de Benalmádena, en Málaga.



El recinto, que en realidad es un templo tailandés, cuenta con unas excelentes instalaciones que recrean lo que sería una selva tropical, ideal para las mariposas que dentro se encuentran. Estas vuelan a sus anchas siendo generalmente muy fáciles de fotografiar, ya que están acostumbradas a las personas. Lógicamente el visitante no puede tocarlas, pero a veces son ellas son las que vienen y se posan sobre ti.



El grupo más abundante es el de las mariposas diurnas, haciendo gala de un auténtico festival de colores. Da igual las veces que las veas, nunca te cansas de contemplarlas. 

Heliconius charitonius




Parides iphidamas

Morpho peleides

Papilio palinurus con un ala tocada

Especial lugar ocupan las mariposas nocturnas, representadas por dos notables especies. La primera es Samia ricini, originaria de Asia.

Samia ricini

Agrupación de S. ricini, las cuales al ser nocturnas reposan durante el día. 

Una hilera de S. ricini

La segunda sin duda alguna es la estrella del templo: Attacus atlas, citada a veces como la mariposa más grande del mundo, originaria también de Asia. Descansando prácticamente inmóvil, los visitantes tienden a creer que no son reales. Esta de la foto llevaba unas 24 horas fuera de la pupa sobre la que todavía seguía aferrada. Vivirá aproximadamente una semana.

Attacus atlas

El lugar además es muy didáctico, tanto para niños como para adultos. Allí puede observarse el ciclo de vida de los lepidópteros, desde la reproducción hasta la emergencia, pasando por la alimentación.

Dryas iulia

Idea leuconoe

Emergencia de Caligo memnon


Orugas

El recinto además cuenta con la presencia de otros animales muy singulares, como un ualabí, tortugas, iguanas, camaleones y peces koi.








En definitiva un lugar de recomendada visita, tanto para los aficionados a las mariposas como para los amantes de la naturaleza en general.