miércoles, 13 de noviembre de 2013

La impronta del hombre pez de Liérganes en Cádiz

Hace unos días, una amiga nos enseñaba a mi novia y a mí su nueva casa alquilada en el casco antiguo de Cádiz Capital. Tras pasar un agradable rato de tertulia dentro de ella, al salir me señaló lo que había encima de la puerta de entrada: entonces recordé que ya me había hablado de ello hacía unas semanas.

Se trataba de una talla que mostraba una especie de criatura como sacada de un viejo bestiario. Por lo que le contó su casera, representaba a un sireno aparecido en Cádiz hacía unos siglos. Fue inevitable que rápidamente relacionara esta historia con la del hombre pez de Liérganes.

Francisco de la Vega Casar era un joven del siglo XVII, cuya madre envió a la villa de Bilbao a aprender el oficio de Carpintero, ya que su padre había fallecido. Encontrándose ya en el País Vasco, Francisco, acompañado de sus amigos, se fue a dar un baño en la víspera del día de San Juan de 1674, pero se adentró río abajo y fue arrastrado por la corriente. Al ser un excelente nadador sus amigos no se asustaron en ningún momento, pero posteriormente al ver que no volvía lo dieron por ahogado.

La talla gaditana que recuerda al hombre pez de Liérganes

Cinco años después, unos pescadores del otro extremo de España, atraparon en sus redes un ser bastante extraño en la bahía de Cádiz. Se trataba de un hombre joven con el pelo rojizo que tenía una cinta de escamas que bajaba de la garganta hasta el estómago, y otra a través de todo el espinazo. Era un experto nadador, y por ello, no fue tan fácil atraparlo: tuvo que ser atraído con pan. El hombre fue llevado al convento de San Francisco donde solo al cabo de unos días y tras numerosos intentos, pudo tartamudear una palabra: “Liérganes”. Suerte hubo, pues entre todos los curiosos se encontraba un pescador originario de Cantabria que afirmó que en su región había una villa llamada Liérganes.

Cuando la noticia llegó al pueblo cántabro no se tardó en investigar si había desaparecido  alguien en los últimos años: así fue como se supo que Francisco de la Vega constaba como tal desde hacía cinco años atrás. Entonces se emprendió el viaje desde Cádiz hasta Liérganes para certificar si realmente aquel extraño hombre era de allí, y cuando llegado al pueblo el misterioso personaje divisó la que debía ser su casa, se dirigió directo hacia ella. Allí le esperaba su madre, María de Casar, que le reconoció rápidamente. “El hombre pez de Liérganes” vivió en ese pueblo durante 9 años, prácticamente sin hacer ni mostrar interés por nada. Un día volvió a desaparecer en las aguas del Cantábrico, y nunca más se volvió a saber de él.

El edificio donde se encuentra la casa con la talla tiene más o menos un siglo de antigüedad, pero es posible que la figura en madera sea mucho más antigua.

Es agradable saber que esta atractiva y curiosa leyenda, que goza de mayor popularidad en el norte de la península, no ha sido tampoco olvidada en el sur, concretamente en la ciudad más antigua de Europa, a donde Francisco de la Vega Casar como el hombre-pez de Liérganes vino a parar.