martes, 28 de mayo de 2019

ESCOCIA & IRLANDA 2019

Parece increíble cómo puede plasmarse de manera casi perfecta un viaje que fue organizado hace casi un año, justo cuando regresamos de Inglaterra.

En el anterior periplo la estancia en Escocia había sido sublime pero corta. Como cada vez que viajamos a algún lugar, regresamos felices pero tristes al mismo tiempo por no haber podido ver más cosas.


De esta manera indagando di con un tour de tres días, con Escocia Tours, que reunía algunos de esos puntos importantes que nos quedaron por visitar del país. Sinceramente, lo genial hubiera sido apañárnosla por nuestra cuenta por medio de transportes públicos, pero con la misma historia de siempre, tan poco margen de días, esta no era la mejor opción.

Día 1

La llegada a Edimburgo fue acompañada de un tiempo espectacular, y con el recuerdo aún fresco de nuestra pasada visita a esta ciudad hasta parecíamos autóctonos.



Aprovechamos para comer a pie del castillo, visitar alguna tienda y subir hasta el mirador de Calton Hill para poder disfrutar de sus panorámicas aún de día.


Sin duda una bonita antesala de lo que nos esperaba.

Día 2

Sorprendentemente, la primera noche conseguí dormir algunas horas seguidas, pero despertándome antes de lo deseado, sobre las 5.25 de la mañana y completamente ya de día.

Habíamos quedado con el tour a las 7:50, y al muy poco tiempo de salir de nuestro alojamiento aparecieron para recogernos.


En esta primera jornada comenzamos recorriendo algunos puntos que ya habíamos visitado en uno de los tours del año pasado, pero con algunas agradecidas variaciones.

La primera parada breve la hicimos en el castillo de Doune, plató de algunas importantes producciones como Los Caballeros de la Mesa Cuadrada o Juego de Tronos (Invernalia).


Posteriormente paramos para tomar algo a orillas de un lago, puede que en Loch Earn, pero no estoy seguro…


Una efímera posada en mi bolsa

La siguiente visita fue a las Falls of Dochart, con unas preciosas cascadas que llevan hasta un puente, foto típica de postal.



De aquí partimos para el Valle de Glencoe con su espectacular escenario, haciendo primero una parada en un mirador y luego en un área para avistar ciervos acostumbrados a la presencia humana y de los que solo uno hizo acto de presencia y en un estado no muy bueno.


Seguimos nuestro camino deteniéndonos en el que probablemente sea el mirador más conocido de la zona y en el que el año pasado ya paramos. No obstante, en esta ocasión seguimos un sendero hacia una de las montañas, obteniendo desde allí una panorámica mucho más espectacular, de esas que te quitan todas las tonterías en un momento.



De aquí, y después de una parada para comer en un bonito bar-restaurante cuya ubicación no recuerdo, pasamos por Fort William y nos detuvimos primero en el castillo de Inverlochy y posteriormente en el Commando Memorial que también visitamos el año pasado.




Poco a poco vamos abandonando las Highlands y nos acercamos hasta uno de los platos fuertes del día: el Castillo de Eilean Donan, conocido además de su bella ubicación y reconstrucción por aparecer en Los Inmortales.


Una vez dentro no dejaban hacer fotos, así que paramos el foto-reportaje y nos centramos en recorrer sus estancias.


Lo más singular fue saber sobre la supuesta existencia del fantasma de un español. Este formaba parte de los soldados hispanos que apoyaron a Escocia en el siglo XVIII en su guerra contra los ingleses por mantener la independencia. Tras los incesantes bombardeos de los navíos ingleses todos abandonaron el castillo, excepto el valeroso capitán español que acabó falleciendo bajo los muros derruidos. Desde entonces dicen que vaga por el castillo y además de manera burlona.




Después de esta visita pusimos rumbo hacia el bonito pueblo donde nos hospedaríamos: Plockton, donde se rodó parte de la magnífica película de 1973 “The Wicker Man”.




Tras dejar las cosas en nuestro hotel hicimos una visita rápida, pero no completa, por la localidad antes de retirarnos ya a descansar para el día más esperado.




Día 3

La ansiada jornada comenzó, bajo un día gris como ansiábamos, con un espectacular desayuno, muy necesario para la de impresiones que nos aguardaban.

Nuestro periplo por la Isla de Sky se inició observando desde la carretera diferentes especies de rías con las jaulas del codiciado salmón escocés.



La primera parada de las de más interés del día la hicimos en Sligachan Bridge, en el río Sligachan, donde una leyenda cuenta que si metes la cabeza durante unos segundos en sus frías aguas serás hermoso para siempre. Nosotros logramos meter solo la cara, y no sé si el tiempo suficiente…


Y de aquí nos dirigimos hacia lo que en mi opinión fue lo mejor del tour y lo que en gran parte me hizo decantarme por su elección: el faro de Nest Point.

Ninguna de las fotos que aquí cuelgo hace justicia a la gran belleza de los lugares que visitamos, y con este especialmente.


Caminar desde el aparcamiento para su visita hasta el punto donde tras una montaña acantilada se asoma el faro, a mí me dejó sin palabras. 




Este es uno de esos paisajes que desde niño uno ha estado buscando, como sacado del cine fantástico.



La llegada hasta el faro se veía algo trabajosa, pero no nos iba a impedir llegar hasta él.







Eso sí, en la vuelta alguno llega a arrepentirse de haber bajado.


Tras este gran esfuerzo nos dirigimos hacia un bar para comer. Nos quedamos fuera sentados, junto a un árbol que los cuervos escandalosamente habían colonizado y con la lluvia amenazando.


Cuando me tomaba un calentito té hizo acto de presencia uno de mis invertebrados favoritos a pesar de que el tiempo no era el más idóneo para su vuelo: un odonato, en concreto Pyrrhosoma nymphula. Me permitió hacerle un par de fotos para después desaparecer.

Pyrrhosoma nymphula

Ahora nos esperaba Dunvegan, en concreto un área donde las focas podían verse. Y verlas las vimos, pero solo su cabeza asomando fuera del agua y en la lejanía a pesar de que esperamos un tiempo.



Imagen testimonial de la cabeza de una foca


El siguiente destino nos sumergió de lleno más aún en el mundo de la fantasía. Fairy Glen, el Valle de las Hadas, se trata de un paisaje casi laberíntico formado por montículos entre los que podemos encontrar unos círculos de piedras elaborados por la mano del hombre. Para tener una buena panorámica del lugar, lo mejor es subir hasta la cima de las pequeñas montañillas.







Costaba abandonar estos lugares, pero debíamos seguir nuestro camino si queríamos aprovechar bien el día.


Cuando uno ve el Faro de Nest Point parece creer que ya nada más impresionaría tanto, pero que equivocación. Escocia es mucha Escocia.

Nada más llegar hasta el área de Quiraingen la respiración volvía a cortarse. Frente a nosotros teníamos un espectacular valle que se definía y define mejor por imágenes que por palabras.





De aquí, nos fuimos para otro de los puntos interesantes de la isla: Kilt Rock, una cascada que cae directamente al mar pero que en esta ocasión no llevaba mucha agua. Toda una maravilla a pesar de ello.



Y de camino a nuestro próximo destino una sorpresa inolvidable.



Observando desde la ventanilla el paisaje, nos fijamos que en uno de los postes había un ave, y para ser sincero, mi primera impresión fue que se trataba de algún tipo de escultura. Pero que va, ¡era una enorme águila!


Dimos hasta la vuelta para volver a verla, pero al acercarnos se espantó y mi intento por fotografiarla desde el interior del coche y en vuelo fue bastante triste…

Y el punto final antes de volver a Plockton nos llevó hasta Portree, pero por muy poco tiempo y con la lluvia como compañera. Se trata del mayor pueblo de la Isla de Skye, muy bonito y con una colorida línea de casas junto al puerto.




Una guinda perfecta a tan maravilloso día.

Día 4

Algo temprano, abandonamos con mucha pena la isla de Skye con la visión de otra gran águila en un poste pero algo más lejana.

Nuestro primer destino era el Lago Ness, pero antes hicimos una parada en “The Old Bridge” en Invermoriston, un puente de principios del siglo XIX.



Después comenzamos a recorrer por carretera el Lago Ness mientras nos empapamos de todos los misterios tan conocidos que rodean esta masa de agua. Hasta que llegamos a otro gran punto de interés: el castillo de Urquhart.







Como era de esperar al ser domingo, este se encontraba masificado por los turistas. Y por momentos se hacía agobiante su recorrido. Pero es tanta la magia que desprende este lugar…







Tras un paseo en barco por el lago, nos marcamos todo un homenaje. Una ruta hacia las partes más altas del lago para tener unas vistas más completas.








Ahora tocaba poner rumbo a la capital de las Highlands: Inverness. Una ciudad sobre la que llevo leyendo toda mi vida por su relación con el lago Ness.








Y por supuesto tres cuartos de lo mismo con el río Ness.




Tras esta parada para visitar y comer en Inverness seguimos nuestro camino, de nuevo con la amenaza de lluvia que terminó por descargar.

Ahora tocaba ver un lugar muy triste para la historia de Escocia: el campo de batalla de Culloden, donde se puede decir que acabó el sistema de clanes.





Por último, para terminar este inolvidable tour de 3 días y antes de volver a Edimburgo, dimos un paseo por el bosque encantado de Hermitage, en Dunkeld, un lugar perfecto para servir de hábitat a toda clase de seres fabulosos.








Y como colofón, desde el mirador adornado de cuadros con mitología de la zona nos cautivamos con el espectacular torrente de agua cayendo por el río.







Echando un vistazo al suelo podían verse babosas, como esta posible Arion ater.

Día 5

La verdad es que el quinto día no es que diera mucho de sí. Lo más destacado fue el volver a visitar el Museo Nacional de Edimburgo antes de coger el avión que nos llevaría hasta Irlanda.



Y para esto quedó la oveja Dolly...

De camino a Irlanda...

Y de allí, concretamente desde Dublín, camino a Galway, donde como hace dos años volveríamos a quedarnos para nuestras próximas actividades.

Día 6

Me costaba creer lo que iba a suceder. Después de dos años iba a sacarme una espinita clavada que en su día quedó por culpa de nuestras ampollas en los pies: ¡por fin volvía y recorrería lo que nos faltó de Inishmore! Lo sorprendente fue que el mar volvía a estar tranquilo, por no hablar del solazo que hacía…





Nada más llegar esta vez sí alquilamos unas bicis, para posteriormente dirigirnos al lado contrario de la isla que en la anterior ocasión.

Las primeras paradas las hicimos en una laguna donde se encontraban unos cisnes y en una iglesia, la de Kilronan.





Posteriormente seguimos hasta dar con la colonia de focas, que con la baja marea pudimos observar a la perfección.



Continuamos nuestro camino buscando Las Siete Iglesias. La verdad es que a primera vista su no muy buena conservación y con un día con tanta luz no daba la sensación de encontrarnos en un cementerio, pero los recientes enterramientos rápidamente nos hicieron ver que sí.








De vuelta paramos las bicis para subir hasta un fuerte circular que no parece ser de los más populares de la isla.









Tras esta visita volvimos a pasar por una de las playas que alberga la isla, puede que la más bonita: Kilmurvey Beach.


Y de aquí ya para el plato fuerte: la fortificación prehistórica de Dún Aonghasa.




Un servidor de amarillo

Nuestra intención, como ya dije, era ver todo lo importante que nos dejamos en la anterior visita, pero casi todo el tiempo restante se nos fue en este lugar. Y nadie puede culparnos, porque es una localización sencillamente mágica.










También, con tan espectacular tiempo, pudimos ver con toda claridad el que sería nuestro destino el día siguiente: los acantilados de Moher.



Y como decíamos, poco más tiempo nos quedó. Tocaba regresar a toda prisa al puerto para no perder el último barco de regreso.






De todas formas, si hemos vuelto después de dos años, ¿por qué no hacerlo una vez más en el futuro? Esta isla desde luego lo merece.


La pequeña iglesia de St Benan fotografiada desde el barco


Ross Errilly Friary

Cuando creíamos que el día ya no iba a dar más de sí, nuestra amiga en Galway nos sorprendió con la visita a un lugar que tiempo atrás nos había enseñado en fotos.






El monasterio medieval de Ross Errilly es una edificación franciscana fundada a mediados del siglo XIV y abandonada en el XIX.





Se trata de un lugar ciertamente tétrico, y más casi anocheciendo como cuando fuimos nosotros. 



Pasear por su interior como por sus exteriores mirando a todos lados, especialmente a los recovecos más oscuros, esperando ver algo, es una sensación difícil de olvidar. Además, como ocurriera en Las Siete Iglesias de Inishmore, había enterramientos recientes.


Una pecera donde mantenían los peces como alimento vivo






Si se está por la zona, un lugar de recomendada visita, y siempre con el máximo respeto.

Día 7

Otra de las espinas clavadas de hace dos años fue el no poder ver nada de los acantilados de Moher por culpa de la niebla.



Pero como en Inishmore, esta vez fue diferente. El tiempo volvió a portarse bastante bien.




Huyendo de masificaciones y de tours limitantes, preferimos montárnoslo por nuestra cuenta.

Para ello cogimos un bus desde Galway a Doolin, desde donde comenzamos nuestra ruta por los acantilados. Y desde luego que acertamos con esta alternativa.





El camino ya se ve en las imágenes, una belleza total, el cual iba según avanzábamos aumentando poco a poco de desnivel.




Hasta pasamos por un dolmen.


Pero uno de los momentos estrella del día fue cuando llegamos al primer gran acantilado. Mirando el enorme número de aves marinas que se posaban en él, una chica alemana que se encontraba junto a nosotros nos enseñó lo que había fotografiado: ¡eran frailecillos!





Allí estaban, inconfundibles entre los demás pájaros, pero como sigo sin tener un objetivo en condiciones, las fotos que pude sacar seguían siendo simplemente testimoniales.




También fue una pasada el poder ver lo del día anterior pero a la inversa: las islas de Aran desde Moher, y especialmente uno de los puntos más elevados en el que nos encontrábamos en la anterior jornada, los acantilados de Dún Aonghasa.




En nuestro camino fuimos parando tantas veces para ver aves y admirar los acantilados que la ruta que se hacía en menos de dos horas nos llevó varias.




Cuando llegamos a la Torre de Moher, echamos un vistazo a los acantilados de la parte de atrás y decidimos regresar, esta vez a un paso más ligero, hasta el área de interpretación.





Allí nuestra amiga vino a recogernos y nos ahorró el tener que habernos ido incluso antes con el bus.



Y es que no todos los días uno viaja a los acantilados de Moher, y más con un tiempo tan propicio.

Día 8

Con la mayor tristeza del mundo, debíamos dejar Galway y retornar a Dublín donde hace dos años para mí comenzó todo. Tocaba volver a casa, pero antes queríamos hacer una visita al Museo de Historia Natural de la capital irlandesa.

 

Y aunque desde fuera el recinto no se veía muy prometedor por su tamaño, nada más entrar nos quedamos con la boca abierta.

La colección de animales montados, contenida principalmente en dos salas, era espectacular. La pena es que la estancia superior tenía dos pisos más que estaban cerrados. Pero aún así lo que pudimos ver nos hizo sentirnos afortunados.




A destacar los cráneos y pieles del tilacino y el cráneo de una vaca marina de Steller. Siempre emociona hallarte ante lo que queda del mayor dugónido conocido en tiempos históricos y que directamente te hacía viajar varios siglos atrás hasta el Estrecho de Bering, donde se resumieron los últimos ejemplares de la especie.




Después, alguna visita más por la ciudad y directos al aeropuerto para, tras una estresante y caótica facturación por obligación de Ryanair, subirnos al avión que nos traería a casa.



Así poníamos fin a ocho días de vivencias y sensaciones difíciles de describir sin experimentarlas, por mucho que lo haya intentado en esta entrada.





1 comentario:

  1. Escosia es sin duda mi proximo destino para visitar quiero conocer todo lo posible de ese pais, todo en cuanto a su cultura, su historia, sus sus platos nacionales tipicos escoseses , todo me encanta no puedo esperar por ir a visitarlo y quedarme con un pedacito de todo en mi memoria.

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