Parece increíble cómo puede plasmarse de
manera casi perfecta un viaje que fue organizado hace casi un año, justo cuando
regresamos de Inglaterra.
En el anterior periplo la estancia en Escocia
había sido sublime pero corta. Como cada vez que viajamos a algún lugar, regresamos
felices pero tristes al mismo tiempo por no haber podido ver más cosas.
De esta manera indagando di con un tour de
tres días, con Escocia Tours, que reunía algunos de esos puntos importantes que
nos quedaron por visitar del país. Sinceramente, lo genial hubiera sido
apañárnosla por nuestra cuenta por medio de transportes públicos, pero con la
misma historia de siempre, tan poco margen de días, esta no era la mejor
opción.
Día 1
La llegada a Edimburgo fue acompañada de un
tiempo espectacular, y con el recuerdo aún fresco de nuestra pasada visita a
esta ciudad hasta parecíamos autóctonos.
Aprovechamos para comer a pie del castillo,
visitar alguna tienda y subir hasta el mirador de Calton Hill para poder
disfrutar de sus panorámicas aún de día.
Sin duda una bonita antesala de lo que nos
esperaba.
Día 2
Sorprendentemente, la primera noche conseguí
dormir algunas horas seguidas, pero despertándome antes de lo deseado, sobre
las 5.25 de la mañana y completamente ya de día.
Habíamos quedado con el tour a las 7:50, y al
muy poco tiempo de salir de nuestro alojamiento aparecieron para recogernos.
En esta primera jornada comenzamos
recorriendo algunos puntos que ya habíamos visitado en uno de los tours del año
pasado, pero con algunas agradecidas variaciones.
La primera parada breve la hicimos en el
castillo de Doune, plató de algunas importantes producciones como Los
Caballeros de la Mesa Cuadrada o Juego de Tronos (Invernalia).
Posteriormente paramos para tomar algo a
orillas de un lago, puede que en Loch Earn, pero no estoy seguro…
Una efímera posada en mi bolsa
La siguiente visita fue a las Falls of
Dochart, con unas preciosas cascadas que llevan hasta un puente, foto típica de
postal.
De aquí partimos para el Valle de Glencoe con
su espectacular escenario, haciendo primero una parada en un mirador y luego en
un área para avistar ciervos acostumbrados a la presencia humana y de los que
solo uno hizo acto de presencia y en un estado no muy bueno.
Seguimos nuestro camino deteniéndonos en el
que probablemente sea el mirador más conocido de la zona y en el que el año
pasado ya paramos. No obstante, en esta ocasión seguimos un sendero hacia una
de las montañas, obteniendo desde allí una panorámica mucho más espectacular,
de esas que te quitan todas las tonterías en un momento.
De aquí, y después de una parada para comer
en un bonito bar-restaurante cuya ubicación no recuerdo, pasamos por Fort
William y nos detuvimos primero en el castillo de Inverlochy y posteriormente
en el Commando Memorial que también visitamos el año pasado.
Poco a poco vamos abandonando las Highlands y
nos acercamos hasta uno de los platos fuertes del día: el Castillo de Eilean
Donan, conocido además de su bella ubicación y reconstrucción por aparecer en
Los Inmortales.
Una vez dentro no dejaban hacer fotos, así
que paramos el foto-reportaje y nos centramos en recorrer sus estancias.
Lo más singular fue saber sobre la supuesta
existencia del fantasma de un español. Este formaba parte de los soldados
hispanos que apoyaron a Escocia en el siglo XVIII en su guerra contra los
ingleses por mantener la independencia. Tras los incesantes bombardeos de los
navíos ingleses todos abandonaron el castillo, excepto el valeroso capitán
español que acabó falleciendo bajo los muros derruidos. Desde entonces dicen
que vaga por el castillo y además de manera burlona.
Después de esta visita pusimos rumbo hacia el
bonito pueblo donde nos hospedaríamos: Plockton, donde se rodó parte de la
magnífica película de 1973 “The Wicker Man”.
Tras dejar las cosas en nuestro hotel hicimos
una visita rápida, pero no completa, por la localidad antes de retirarnos ya a
descansar para el día más esperado.
Día 3
La ansiada jornada comenzó, bajo un día gris
como ansiábamos, con un espectacular desayuno, muy necesario para la de
impresiones que nos aguardaban.
Nuestro periplo por la Isla de Sky se inició observando
desde la carretera diferentes especies de rías con las jaulas del codiciado
salmón escocés.
La primera parada de las de más interés del
día la hicimos en Sligachan Bridge, en el río Sligachan, donde una leyenda
cuenta que si metes la cabeza durante unos segundos en sus frías aguas serás hermoso
para siempre. Nosotros logramos meter solo la cara, y no sé si el tiempo
suficiente…
Y de aquí nos dirigimos hacia lo que en mi
opinión fue lo mejor del tour y lo que en gran parte me hizo decantarme por su
elección: el faro de Nest Point.
Ninguna de las fotos que aquí cuelgo hace
justicia a la gran belleza de los lugares que visitamos, y con este
especialmente.
Caminar desde el aparcamiento para su visita
hasta el punto donde tras una montaña acantilada se asoma el faro, a mí me dejó
sin palabras.
Este es uno de esos paisajes que desde niño uno ha estado buscando, como sacado del cine fantástico.
La llegada hasta el faro se veía algo trabajosa, pero no nos iba a impedir llegar hasta él.
Eso sí, en la vuelta alguno llega a
arrepentirse de haber bajado.
Tras este gran esfuerzo nos dirigimos hacia
un bar para comer. Nos quedamos fuera sentados, junto a un árbol que los
cuervos escandalosamente habían colonizado y con la lluvia amenazando.
Cuando me tomaba un calentito té hizo acto de
presencia uno de mis invertebrados favoritos a pesar de que el tiempo no era el
más idóneo para su vuelo: un odonato, en concreto Pyrrhosoma nymphula. Me permitió hacerle un par de fotos para
después desaparecer.
Pyrrhosoma nymphula
Ahora nos esperaba Dunvegan, en concreto un
área donde las focas podían verse. Y verlas las vimos, pero solo su cabeza
asomando fuera del agua y en la lejanía a pesar de que esperamos un tiempo.
Imagen testimonial de la cabeza de una foca
El siguiente destino nos sumergió de lleno más
aún en el mundo de la fantasía. Fairy Glen, el Valle de las Hadas, se trata de
un paisaje casi laberíntico formado por montículos entre los que podemos
encontrar unos círculos de piedras elaborados por la mano del hombre. Para
tener una buena panorámica del lugar, lo mejor es subir hasta la cima de las pequeñas montañillas.
Costaba abandonar estos lugares, pero
debíamos seguir nuestro camino si queríamos aprovechar bien el día.
Cuando uno ve el Faro de Nest Point parece
creer que ya nada más impresionaría tanto, pero que equivocación. Escocia es
mucha Escocia.
Nada más llegar hasta el área de Quiraingen la respiración volvía a cortarse. Frente a nosotros teníamos un espectacular valle que se definía y define mejor por imágenes que por palabras.
De aquí, nos fuimos para otro de los puntos
interesantes de la isla: Kilt Rock, una cascada que cae directamente
al mar pero que en esta ocasión no llevaba mucha agua. Toda una maravilla a
pesar de ello.
Y de camino a nuestro próximo destino una
sorpresa inolvidable.
Observando desde la ventanilla el paisaje,
nos fijamos que en uno de los postes había un ave, y para ser sincero, mi
primera impresión fue que se trataba de algún tipo de escultura. Pero que va,
¡era una enorme águila!
Dimos hasta la vuelta para volver a verla,
pero al acercarnos se espantó y mi intento por fotografiarla desde el interior
del coche y en vuelo fue bastante triste…
Y el punto final antes de volver a Plockton
nos llevó hasta Portree, pero por muy poco tiempo y con la lluvia como
compañera. Se trata del mayor pueblo de la Isla de Skye, muy bonito y con una
colorida línea de casas junto al puerto.
Una guinda perfecta a tan maravilloso día.
Día 4
Algo temprano, abandonamos con mucha pena la
isla de Skye con la visión de otra gran águila en un poste pero algo más
lejana.
Nuestro primer destino era el Lago Ness, pero antes
hicimos una parada en “The Old Bridge” en Invermoriston, un puente de
principios del siglo XIX.
Después comenzamos a recorrer por carretera
el Lago Ness mientras nos empapamos de todos los misterios tan conocidos que
rodean esta masa de agua. Hasta que llegamos a otro gran punto de interés: el castillo
de Urquhart.
Como era de esperar al ser domingo, este se
encontraba masificado por los turistas. Y por momentos se hacía agobiante su
recorrido. Pero es tanta la magia que desprende este lugar…
Tras un paseo en barco por el lago, nos
marcamos todo un homenaje. Una ruta hacia las partes más altas del lago para
tener unas vistas más completas.
Ahora tocaba poner rumbo a la capital de las
Highlands: Inverness. Una ciudad sobre la que llevo leyendo toda mi vida por su
relación con el lago Ness.
Tras esta parada para visitar y comer en Inverness seguimos
nuestro camino, de nuevo con la amenaza de lluvia que terminó por descargar.
Ahora tocaba ver un lugar muy triste para la historia de Escocia: el campo de batalla de Culloden, donde se puede decir que acabó el sistema de clanes.
Ahora tocaba ver un lugar muy triste para la historia de Escocia: el campo de batalla de Culloden, donde se puede decir que acabó el sistema de clanes.
Por último, para terminar este inolvidable tour
de 3 días y antes de volver a Edimburgo, dimos un paseo por el bosque encantado
de Hermitage, en Dunkeld, un lugar perfecto para servir de hábitat a toda clase
de seres fabulosos.
Y como colofón, desde el mirador adornado de cuadros con mitología de la zona nos cautivamos con el espectacular torrente de agua cayendo por el río.
Echando un vistazo al suelo podían verse babosas, como esta posible Arion ater.
Día 5
La verdad es que el quinto día no es que
diera mucho de sí. Lo más destacado fue el volver a visitar el Museo Nacional
de Edimburgo antes de coger el avión que nos llevaría hasta Irlanda.
Y para esto quedó la oveja Dolly...
De camino a Irlanda...
Y de allí, concretamente desde Dublín, camino
a Galway, donde como hace dos años volveríamos a quedarnos para nuestras
próximas actividades.
Día 6
Me costaba creer lo que iba a suceder. Después
de dos años iba a sacarme una espinita clavada que en su día quedó por culpa de nuestras
ampollas en los pies: ¡por fin volvía y recorrería lo que nos faltó de
Inishmore! Lo sorprendente fue que el mar volvía a estar tranquilo, por no
hablar del solazo que hacía…
Nada más llegar esta vez sí alquilamos unas
bicis, para posteriormente dirigirnos al lado contrario de la isla que en la
anterior ocasión.
Las primeras paradas las hicimos en una laguna donde se encontraban unos cisnes y en una iglesia, la de Kilronan.
Las primeras paradas las hicimos en una laguna donde se encontraban unos cisnes y en una iglesia, la de Kilronan.
Posteriormente seguimos hasta dar con la colonia de focas, que con la baja marea pudimos observar a la perfección.
Continuamos nuestro camino buscando Las Siete Iglesias. La verdad es que a primera vista su no muy buena conservación y con un día con tanta luz no daba la sensación de encontrarnos en un cementerio, pero los recientes enterramientos rápidamente nos hicieron ver que sí.
De vuelta paramos las bicis para subir hasta un fuerte circular que no parece ser de los más populares de la isla.
Tras esta visita volvimos a pasar por una de las playas que alberga la isla, puede que la más bonita: Kilmurvey Beach.
Y de aquí ya para el plato fuerte: la fortificación prehistórica de Dún Aonghasa.
Un servidor de amarillo
Nuestra intención, como ya dije, era ver todo lo importante
que nos dejamos en la anterior visita, pero casi todo el tiempo restante se nos
fue en este lugar. Y nadie puede culparnos, porque es una localización
sencillamente mágica.
También, con tan espectacular tiempo, pudimos
ver con toda claridad el que sería nuestro destino el día siguiente: los
acantilados de Moher.
Y como decíamos, poco más tiempo nos quedó.
Tocaba regresar a toda prisa al puerto para no perder el último barco de regreso.
De todas formas, si hemos vuelto después de dos años, ¿por qué no hacerlo una vez más en el futuro? Esta isla desde luego lo merece.
Ross Errilly Friary
Cuando creíamos que el día ya no iba a dar
más de sí, nuestra amiga en Galway nos sorprendió con la visita a un lugar que
tiempo atrás nos había enseñado en fotos.
El monasterio medieval de Ross Errilly es una edificación franciscana fundada a mediados del siglo XIV y abandonada en el XIX.
Se trata de un lugar ciertamente tétrico, y más casi anocheciendo como cuando fuimos nosotros.
Pasear por su interior como por sus exteriores mirando a todos lados, especialmente a los recovecos más oscuros, esperando ver algo, es una sensación difícil de olvidar. Además, como ocurriera en Las Siete Iglesias de Inishmore, había enterramientos recientes.
Una pecera donde mantenían los peces como alimento vivo
Si se está por la zona, un lugar de recomendada
visita, y siempre con el máximo respeto.
Día 7
Otra de las espinas clavadas de hace dos años
fue el no poder ver nada de los acantilados de Moher por culpa de la niebla.
Pero como en Inishmore, esta vez fue diferente. El tiempo volvió a portarse bastante bien.
Pero como en Inishmore, esta vez fue diferente. El tiempo volvió a portarse bastante bien.
Huyendo de masificaciones y de tours
limitantes, preferimos montárnoslo por nuestra cuenta.
Para ello cogimos un bus desde Galway a
Doolin, desde donde comenzamos nuestra ruta por los acantilados. Y desde luego
que acertamos con esta alternativa.
El camino ya se ve en las imágenes, una belleza total, el cual iba según avanzábamos aumentando poco a poco de desnivel.
Hasta pasamos por un dolmen.
Pero uno de los momentos estrella del día fue cuando llegamos al primer gran acantilado. Mirando el enorme número de aves marinas que se posaban en él, una chica alemana que se encontraba junto a nosotros nos enseñó lo que había fotografiado: ¡eran frailecillos!
Allí estaban, inconfundibles entre los demás pájaros, pero como sigo sin tener un objetivo en condiciones, las fotos que pude sacar seguían siendo simplemente testimoniales.
También fue una pasada el poder ver lo del día anterior pero a la inversa: las islas de Aran desde Moher, y especialmente uno de los puntos más elevados en el que nos encontrábamos en la anterior jornada, los acantilados de Dún Aonghasa.
En nuestro camino fuimos parando tantas veces
para ver aves y admirar los acantilados que la ruta que se hacía en menos de
dos horas nos llevó varias.
Cuando llegamos a la Torre de Moher, echamos un vistazo a los acantilados de la parte de atrás y decidimos regresar, esta vez a un paso más ligero, hasta el área de interpretación.
Allí nuestra amiga vino a recogernos y nos
ahorró el tener que habernos ido incluso antes con el bus.
Y es que no todos los días uno viaja a los
acantilados de Moher, y más con un tiempo tan propicio.
Día 8
Con la mayor tristeza del mundo, debíamos
dejar Galway y retornar a Dublín donde hace dos años para mí comenzó todo.
Tocaba volver a casa, pero antes queríamos hacer una visita al Museo de Historia
Natural de la capital irlandesa.
Y aunque desde fuera el recinto no se veía
muy prometedor por su tamaño, nada más entrar nos quedamos con la boca abierta.
La colección de animales montados, contenida
principalmente en dos salas, era espectacular. La pena es que la estancia
superior tenía dos pisos más que estaban cerrados. Pero aún así lo que pudimos
ver nos hizo sentirnos afortunados.
A destacar los cráneos y pieles del tilacino
y el cráneo de una vaca marina de Steller. Siempre emociona hallarte ante lo
que queda del mayor dugónido conocido en tiempos históricos y que directamente te
hacía viajar varios siglos atrás hasta el Estrecho de Bering, donde se
resumieron los últimos ejemplares de la especie.
Después, alguna visita más por la ciudad y
directos al aeropuerto para, tras una estresante y caótica facturación por
obligación de Ryanair, subirnos al avión que nos traería a casa.
Así poníamos fin a ocho días de vivencias y
sensaciones difíciles de describir sin experimentarlas, por mucho que lo haya intentado en esta entrada.
Escosia es sin duda mi proximo destino para visitar quiero conocer todo lo posible de ese pais, todo en cuanto a su cultura, su historia, sus sus platos nacionales tipicos escoseses , todo me encanta no puedo esperar por ir a visitarlo y quedarme con un pedacito de todo en mi memoria.
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