Hacía nada menos que 8 años que no entraba a
la Isla de las Palomas. Concretamente hasta ayer, cuando gracias a mis amigos
de Rutarifa pude regresar. Todavía no había tenido oportunidad de participar
con ellos en alguna de sus actividades, y con motivo de la RAM (Red de
observación de aves y mamíferos marinos) decidí aprovechar la ocasión.
Vista aérea de la Isla de las Palomas y Tarifa al fondo
La previsión meteorológica para el día
elegido no auguraba una jornada tranquila; tal y como había dicho el tiempo, la
lluvia se negó a no hacer acto de presencia. Pero las precipitaciones no
impidieron que se avistaran y contaran cierta variedad de aves y mamíferos
marinos. En uno de los momentos que decidimos resguardarnos de la lluvia, aun a
sabiendas de que iba a coger una buena mojada (que hoy me está pasando algo de factura),
me arriesgué a hacer una exploración por las únicas áreas que está permitido; la
restricción parcial se debe a que en una zona, cerca de donde recuerdo que
había unos espectaculares acantilados, se encuentra el centro de recepción de
inmigrantes que cruzan el Estrecho. Y mereció la pena mojarse la verdad. Pude
realizar fotografías como tanto ansiaba (aunque no tantas como me hubiese
gustado) y volver a los lugares que tenía en el recuerdo. De igual forma tuve
una breve percepción de la fauna y flora que habita en la Isla.
¿Y por qué este lugar es tan especial?
Siempre he pensado que crecer y vivir en Tarifa es todo un privilegio en algunos
aspectos. Aquí se separan dos continentes y se unen un mar y un océano, y sus
paisajes tanto en tierra como en mar son espectaculares; este es el lugar más
meridional de Europa, y más concretamente, la Isla de las Palomas se convierte
en el último confín continental. Y para los que amamos la naturaleza, su majestuosa
biodiversidad, incluso con casos de endemismo, no hace sino deleitarnos y
emocionarnos.
Un grupo de gaviotas, que son muy numerosas en la isla
Alga Corallina elongata
Un cangrejo ermitaño con una peonza como casa portátil
Para numerosos hombres esta isla forma parte
de sus vidas por el hecho de que fue aquí donde realizaron su servicio militar.
Yo recuerdo ir con mis padres a visitar a familiares cuando hacían la mili, al
igual que sus también obligadas juras de bandera. Por fortuna, esa época, en la
que tenías que aguantar a unos tíos vestidos de militar supuestamente
superiores a ti gritándote en tu cara, ya solo es historia.
Las conchas fosilizadas, de impresionantes tamaños muchas de ellas,
son muy habituales
La verdad es que la Isla es un lugar bastante
extenso e interesante como para poder explorarla y contemplar su biodiversidad
con tan poco tiempo y con un clima tan malo; no obstante, me doy por satisfecho
con lo visto. A día de hoy entrar aquí, ya que está bajo restricción militar,
es todo un privilegio; solo con un permiso de pesca o en ocasiones como esta se
tiene la oportunidad de acceder. Y después de todo me alegro de que así sea; está
claro que la entrada libre a toda persona no beneficia de ningún modo a la
protección que este lugar de gran importancia histórico-natural requiere. Solo
de esta forma, la Isla de las Palomas seguirá manteniendo ese halo de misterio en
el que siempre ha estado envuelta.
Al fondo la ruta del Estrecho, vista desde el interior de la isla
Al fondo la casa del Camorro, fotografiada desde dentro de la Isla
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